La experiencia de Susheel Balasu en el Campamento de Fuerza Humana de Amaranthe
Es un poco difícil saber por dónde empezar cuando escribo sobre mis experiencias como participante en el campamento de Fuerza Humana (Human Force) Amaranthe; hay tantas cosas que me gustaría abarcar.
Para dar una idea sobre el proyecto de Amaranthe: el objetivo era crear una ecoaldea, una comunidad unida que viviera en armonía con el propósito de lograr una mayor sostenibilidad sociocultural y ecológica. Y todo se hizo teniendo esto en cuenta. Las viviendas se diseñaron para ser más ecológicas y eficientes energéticamente. Habían espacios verdes por todo el pueblo, cultivados según los principios de la permacultura. Los baños eran de agua de lluvia y aserrín compostado, y había una zona dedicada al compostaje. Incluso el agua de nuestras duchas se trataba y se devolvía al medio ambiente, por lo que utilizamos productos ecológicos libres de sustancias químicas nocivas. Nos sumergiríamos en este estilo de vida sostenible durante los quince días que duraría el campamento.
Se trataba de un programa exclusivamente de acampada, y acampamos en un prado del pueblo. Típicamente empezábamos el día desayunando juntos, luego nos dividíamos en grupos para las actividades del día y volvíamos a reunirnos hacia el mediodía para comer. La comida siempre estaba tan buena que me entraron ganas de aprender a cocinar de esta manera, así que me iba de las actividades un poco antes para ayudar con la preparación de esta. No soy muy bueno en la cocina, pero los organizadores siempre fueron muy amables y pacientes conmigo. Las tardes solían ser tiempo libre que dedicábamos a relajarnos, terminar tareas o arreglarnos para la cena. Después de cenar, solíamos jugar a un juego veloz de cartas que inventamos llamado “Mollusc”. Algunas noches, simplemente nos tumbábamos en la hierba y contemplábamos las estrellas, sintiendo el aire fresco a nuestro alrededor y esperando a que pasara una estrella fugaz. Yo vivo en la ciudad y no había visto más que unas cuantas estrellas a la vez. Fue increíble ver cómo era realmente el cielo nocturno.
Cada día nos reuníamos en círculo para explorar las ideas centrales del tema del campamento y compartir nuestras experiencias personales. El primer día, por ejemplo, exploramos el tema de vivir una vida hermosa y lo que eso significaba para cada uno de nosotros. La idea era que, a medida que avanzara el campamento, intentáramos relacionar estos aspectos con lo que estábamos viviendo en el campamento y cómo podíamos integrarlo en nuestras vidas después. Estas discusiones siempre eran increíblemente interesantes; hay algo especial cuando exploras temas significativos para ti con gente que se preocupa de verdad y te escucha.
Aprender a construir una casa ambientalmente amigable
Pasamos toda una tarde con los habitantes de Amaranthe aprendiendo a construir casas ambientalmente amigables. Profundizamos en muchos temas, desde cómo colocar la casa, las opciones de baños sostenibles, los cimientos (normalmente usaban roca y luego una capa más pequeña de hormigón de cal que permite que el suelo “respire”), los tipos de enmarcado (normalmente usaban madera) y las paredes estaban hechas sobre todo de pacas de paja (estas eran las preferidas por su mínimo impacto ambiental, su alto aislamiento y la eficiencia energética resultante) y mucho más.
Pudimos poner en práctica lo aprendido en nuestras tareas: Pasamos una tarde enluciendo las paredes de una de las casas con barro, lo que incluía preparar la mezcla de enlucido de barro, aplicar la mezcla sobre las paredes de paja y alisar cuidadosamente para crear un acabado limpio.
Lo que acabó convirtiéndose en nuestro gran proyecto para el campamento fue la caseta de jardín que construimos desde los cimientos. Empezamos nivelando el terreno y luego pusimos los cimientos de piedra, arena y bloques de hormigón. Luego apilamos las pacas como si fueran ladrillos y ensartamos las pacas adyacentes con cuerda utilizando una “aguja de bambú”. Grandes varas de bambú daban estructura a nuestras paredes de paja, y las peleas de espadas que teníamos con ellas eran parte integral de cualquier construcción de bambú. El tejado era un marco de madera con malla y alambre de gallinero, que al final levantamos sobre la caseta con una grúa. Una vez hecho esto, había que enlucir todo el cobertizo con barro. Finalizamos el último día y tuvimos una ceremonia especial para celebrar lo que habíamos terminado en el campamento. Nos reunimos al lado de la caseta, cada uno con pensamientos sobre lo que esperábamos que significara nuestro trabajo, y vertimos nuestros deseos en un cuenco de agua y lo arrojamos sobre la caseta. Parecía que lo estábamos impregnando con nuestras esperanzas y esfuerzos, algo que marcaba el final de nuestro increíble viaje juntos.Senderismo por la campiña Francesa
El campamento incluía una excursión de 3 días por los Pirineos dirigida por nuestro guía experto en alta montaña, Olivier. Unos días antes de la excursión, nos dedicamos a repasar todo lo que necesitaríamos. La idea era llevar lo imprescindible para movernos con el menor peso posible. Salimos temprano para evitar el calor. Era mi primera excursión y siempre había pensado que una excursión era un largo paseo. De lo que me di cuenta mientras caminábamos fue que es mucho más parecido a subir un conjunto infinito de escaleras. Mis piernas empezaron a acalambrarse a las pocas horas, pero me prestaron un par de bastones de senderismo que me ayudaron mucho. Quité un poco de la carga de las piernas y la puse en los brazos para que no me dieran tantos calambres. Olivier también redujo el ritmo y yo caminé justo detrás de él. Él recorría el sendero, dando pasos con la mínima inclinación y distancia, y yo le seguía.
También aprendimos muchas cosas sobre el senderismo, como que era mucho mejor mantener un ritmo constante sin parar, en lugar de ráfagas más cortas de velocidad y descanso. La importancia de respirar para mantenerse en movimiento. A seguir el sendero, ya que desviarse de él podría crear inadvertidamente nuevos caminos, especialmente cuando llueve. A “no dejar rastro” para minimizar nuestro impacto en el medio ambiente.
Es difícil describir lo hermoso que era todo lo que nos rodeaba, lo dejaré a las fotos.
El primer día montamos las tiendas en un valle donde pastaban amistosas vacas y caballos, que de vez en cuando mordisqueaban nuestras mochilas. La comida fue sorprendentemente buena; durante toda la excursión, nos dimos un festín de varios platos en cada comida. Comimos pasta, arroz, salmón ahumado, queso (mucho queso) y mucho más, que cocinamos con los hornillos portátiles que llevábamos. Todavía me cuesta imaginar que llevamos toda esa comida hasta allí. El segundo día llegamos a un reservorio no muy lejos de la cima. La vista y los baños eran realmente preciosos.
El tercer día, para llegar a la cima, salimos temprano, cuando aún era de noche. Para no tener que lidiar con el sol ni con otros excursionistas que pudieran dificultar la subida. A medida que subíamos, la pendiente se hacía más pronunciada, pero llegamos a la cima a media mañana. Tras los abrazos de celebración, las fotos y los bocadillos, algunos meditamos. Yo intenté grabar las vistas en mi memoria lo mejor que pude. Después nos dirigimos al campamento, hicimos las maletas y nos dimos otro baño en el reservorio antes de volver a bajar.
Sesiones de conexión con la naturaleza
Estas sesiones estaban pensadas para explorar nuestra conexión interior con la naturaleza mediante prácticas y juegos sensoriales. Nuestro guía nos explicó cómo era posible sintonizar con la naturaleza que nos rodeaba. Por ejemplo, era posible interpretar los sonidos de los pájaros para saber si había animales cerca, cómo estar quieto y moldearse con la naturaleza lo suficiente como para acariciar a un ciervo salvaje.
Jugábamos juegos para practicar. Algunos juegos nos privaban de uno de los sentidos (normalmente la vista), así que había que compensarlo con los otros, y eran muy divertidos.
Mi favorito era un juego en el que el objetivo era pasar desapercibidos. Uno de nosotros, “el búho”, se sentaba vigilante mientras los demás se dispersaban y se escondían a una distancia mínima. El objetivo era sencillo: tocar al búho sin ser descubierto, si el búho te descubre y dice tu nombre y dónde te escondes, estás fuera. El búho se “dormía” periódicamente y contaba en voz alta desde 10, e inmediatamente todo el mundo corría hacia él. Una vez terminada la cuenta, el búho se “despertaba” y cualquiera al que veía quedaba fuera.
Nos escondíamos en los árboles, nos agachábamos detrás de los arbustos, nos tumbábamos en el suelo y corríamos en cuanto empezaba a contar. ¡La cosa se ponía intensa! Aprendimos de nuestro guía que el truco estaba en que era mucho más importante quedarse completamente quieto que camuflarse bien pero moverse, porque los ojos se fijan mucho más en el movimiento. Este juego fue algo más que una prueba de sigilo; nos enseñó el arte de la observación y el valor de la paciencia, revelándonos cómo hasta el más mínimo movimiento puede ondular en la calma de la naturaleza.
Exploramos cuevas que estaban a poca distancia en coche y luego nadamos y jugamos en las suaves corrientes de un arroyo cercano. Al principio era helado, pero fue increíble cuando me acostumbré. Una noche, asistimos a un festival de jazz en Carla-Bayle, el “pueblo del arte de Ariège”, conocido por ser un vibrante centro artístico. Disfrutamos de una pizza en el mercado del domingo, que tenía un ambiente muy bohemio e hippie.
Cenamos un plato tradicional gigante en la fiesta local de Montbrun-Bocage de Saint Roch. Mientras comíamos, tocaba una banda de música y, cada vez que tocaban una canción que nos gustaba (que era a menudo), todos nos subíamos a los bancos para aplaudir y bailar.
Hubo un taller sobre el arte de transferir tintes de flores y hojas a la tela simplemente martillándolas sobre la superficie. Incluso pudimos probarlo en nuestra propia prenda y llevarnos a casa nuestros recuerdos artesanales. Tuvimos una noche de fogata, en la que tostamos plátanos y chocolate en papel de aluminio y dejamos que se fundieran en un delicioso bocadillo.
Hubo un círculo de tambores; nos reunimos en círculo con baldes, ollas y cualquier otra cosa que pudiera servir de tambor. Fue sorprendente lo poco que hacía falta para conseguir un buen ritmo. También mutuamente nos enseñamos nuestras pasiones e intereses, desde yoga hasta poi, malabares, talla de madera, striking, jiu-jitsu brasileño e incluso matemáticas.
Reconsiderar cómo quiero que sea mi vida
Crecí en una familia Subud, y cuando era más joven, recuerdo que otros miembros Subud solían quedarse en nuestra casa todo el tiempo, y puedo ver fácilmente por qué; las personas que conocí en el campamento eran fácilmente algunas de las más amables y amigables que he conocido. Hacíamos nuestras actividades, comíamos, nos ocupábamos de las tareas domésticas, y hacíamos todo lo posible para cuidarnos los unos a los otros. Realmente se sentía como que éramos una gran familia, no unos extraños en un campamento. Al terminarse el campamento, les ofrecí a todos una invitación permanente para que me visitaran si alguna vez se encontraban en mi zona (¡y si me olvidé de alguien, que sepa que definitivamente estás invitado!).
Nunca había hecho un campamento así, así que significó mucho para mí. Hubo un momento en el que estaba en un arroyo, con el frío del agua fluyendo sobre mí, todo lo que hice fue esforzarme al máximo para recordar ese momento exactamente como fue. Y eso fue algo que hice constantemente durante todo el campamento. Lo realmente difícil para mí fue conseguir que el campamento durará. Pronto volvería a trabajar detrás de un escritorio y un ordenador, y el tiempo parecía volar al triple de velocidad. El campamento me hizo replantearme cómo quería que fuera mi futuro. Una vida así, viviendo tan cerca de la naturaleza, con amigos y familia al lado, comiendo juntos en una gran mesa abierta, me parece ciertamente hermoso. Me alegro de haber podido asistir al campamento Fuerza Humana, y he disfrutado mucho de mi estancia en Amaranthe.
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